Etimológicamente, la palabra brindar viene del alemán “bring dir’s”, que significa “yo te lo ofrezco”.
Sin embargo, el origen de la costumbre de brindar no tiene una explicación tan sencilla, y al respecto existen numerosas hipótesis e historias que tratan de explicarlo.
Una de estas hipótesis nos lleva hasta la Grecia del siglo IV antes de Cristo.
Por aquel entonces, era costumbre entre la clase pudiente celebrar grandes banquetes. Además, en aquella época, también era muy habitual deshacerse de los rivales en el ámbito político y en los negocios mediante el envenenamiento. Debido a esto, todo banquete se iniciaba con una ceremonia en la que, tras haber llenado la copa de todos los comensales, el anfitrión levantaba la suya, la mostraba a sus invitados y después bebía. Esto era una forma de demostrar que el vino que iban a beber no estaba envenenado, y sus invitados lo interpretaban como una señal de amistad y confianza.
Esta costumbre, posteriormente también fue seguida por los Romanos.
Cuando se brinda, además de alzar las copas, es también costumbre el hacerlas chocar contra las de nuestros vecinos de brindis, originando el típico sonido del cristal al chocar unas contra otras, y esto, también tiene su explicación.
Volvemos a remontarnos a la época de Griegos y Romanos, y a su afición por los grandes banquetes.
Tal era el número de comensales participantes en ellos, que para llamar la atención de los criados para que les sirviesen más bebida, lo que hacían era levantar sus copas y golpearlas para hacer ruido.
Otra hipótesis que nos habla del porqué del choque de las copas al brindar, vuelve a hacer mención a los habituales envenenamientos como método de deshacerse de los enemigos, en este caso durante la Edad Media.
Si alguien tenía la sospecha de que le habían puesto veneno en su copa, lo que hacía era proponer un “brindis” a su oponente. Al chocar las copas, el contenido de una y otra “salpicaba” y se mezclaba, por lo que el veneno, en caso de que lo tuviese, ahora estaría en las dos copas, y el envenenador no la querría beber.
Una última hipótesis dice que los romanos consideraban que el tomar una copa de buen vino debía ser “un placer para los 5 sentidos”:
– el buen vino debería ser bello al sentido de la vista,
– sabroso al sentido del gusto,
– aromático al sentido del olfato,
– placentero al tocar el cristal de la copa
y como faltaba el sentido del oído, se inició la costumbre de chocar las copas, para así obtener de un vaso de vino, un placer para los 5 sentidos.
Así, aunque muchas veces no llegamos a chocar las copas al realizar un brindis, decimos “chin, chin”, para simular el ruido del choque del cristal de las copas.